Kores. Era la mejor marca de papel pasante. Venía en varios colores: negros o azules. Los negros eran los que usualmente se tenían en la oficina y se guardaban en su propia cajita de cartòn, se cuidaban como el Liquid Paper. Primero iba una página blanca —la que se mandaba al destinatario— y luego venían varias copias, en papel rosado o amarillo. Era el papel copia. La carta original era de mejor gramaje, papel bond 80, el clásico para las cartas que hacíamos en los 80s. Cuando estaba nuevo el papel, traspasaba el mensaje a todas las copias. Conforme se iba gastando, las últimas páginas, las rosaditas, ya no se podían leer; se desdibujaban los mensajes. Una copia para contabilidad, otra para el cliente y el original al destinatario. No sé qué se hicieron todas esas copias de colores que se utilizaban en la comunicación...
Hoy estuve en mi clase de yoga con Karen, porque Joaquín está enfermo. Nos puso a hacer una postura que se llama la paloma. Es sentarse sobre media pierna y estirar la otra. No es difícil de hacer cuando ya se ha calentado durante la clase, pero hoy yo estaba como papel copia rosada. No me salía la posición. Estaba con poca tinta para leer. Conforme pasan los meses y los días, se desvanecen las energías de enero… Peeero, hay que reinventarse. La resiliencia de la pandemia hay que desempolvarla.
Hoy hablaré de las despedidas y los despidos. Siempre son etapas en la vida que marcan hitos, como cuando uno se gradúa del colegio. ¿Y tú? ¿Sos del 89? Bueno, yo soy la del jueves negro. Un día, cuando estaba en Paiz, despidieron a 300 personas. Todos el mismo día y casi a la misma hora. Las despedidas y los despidos siempre se anuncian. Uno ve que las cosas empiezan a cambiar: la rutina diaria, algunas reuniones que ya no te convocan a ir, eventos grandes con invitados internacionales donde te dicen que mejor te quedes afuera, que ya no hay espacio en el salón. Vi un programa de “Aprendamos Juntos” de BBVA que decía que las despedidas susurran lo que luego se escucha a gritos, cuando la evidencia ya es una realidad.
A mí me dio por juntar cosas. Hay un momento que pasan las mujeres embarazadas, le dicen nesting (reunir cosas para el nidito). Es decir, la mamá llega al día X del embarazo y dice: hoy sí. Sale a comprar todo lo que le hacía falta, arma la maleta, lava los mamelucos, compra tallas de pañales que cree que va a necesitar, y está lista para ese día en que nace el bebé. Es algo instintivo. El cuerpo sabe o intuye lo que viene, y se empieza a preparar. ¿Qué cosas juntaba yo? Jabones de cuerpo, desodorantes, cremas de cuerpo… llegué a tener siete de cada cosa. Cuando pasaron los días entendí que lo que estaba haciendo inconscientemente era resguardarme con esas cosas que pensaba que me iban a proteger.
Cada despedida y despido es un duelo. Es un momento con un antes y un después. Con una arruga o una cana más en el pelo. Estuve pensando en cómo explicar lo que para mí no tenía explicación durante el proceso, y pensé que el duelo es como una herida en la piel.
Hace unos días fui a un retiro del Opus. Extrañamente se me hincharon los pies y no me entraban los zapatos. Una amiga me prestó sus tenis y los amé durante dos días que salvaron mis pies. El último día, tenía unos calcetines flojos que se metieron dentro del zapato. No hice caso a mi pie y caminé así como 20 minutos hasta donde está la Virgen de la Rosa. Y sí… me hice una súper ampolla. Me dolió, y fue la evidencia para contarles lo que aprendí de las ampollas que me dejaron las despedidas y despidos.
Lo primero de la herida es que te toma por sorpresa. La ves llegar, pero no sabés que va a ser tan profunda, ni que te va a afectar tanto. Toma tiempo entender qué pasó y qué hiciste para llegar ahí. Una vez ya la tenés, aprendés a vivir con ella. En el proceso de sanación, la herida debe airearse, sin curitas. Un duelo hay que vivirlo. Y sí, pasás muchos días aireando la noticia. Al principio querés contarlo a todo el mundo. Pasás más de 20 minutos sin parar contando los detalles de cada proceso, pensando que eso va a sanar… pero no es así. La herida sigue en modo ventilación. Solo el aire, lento, muy lento, la va secando.
Conforme pasan los días, llega el playlist del duelo: qué hiciste, qué pasó, qué entendiste, cómo te afectó. Todo con lujo de detalles. Pero, aunque lo contés, la herida no sana. Lentamente aparece la costra. El día 10 ya había cerrado bien la herida. Luego de las dosis de aire y de no voltearla a ver, ya había cambiado: era de otro color. Y sí, cada día que pasa, mientras no se lleve la cuenta, se va sanando poco a poco. El día 15: lista. Aquí no pasó nada. La costra se cayó. Si pienso en retrospectiva, si multiplico los días por meses… son 15 los meses que yo siento que las costras de los despidos y las despedidas han ido sanando mi corazón. Se mira. Se siente. Se mira para otro lado… y cuando uno regresa la mirada, ya lo pasado pasó.
Cada etapa del duelo la he pasado con música. Pido a Dios respuestas en las canciones, y las he encontrado. Estuve en mi modo Jesse y Joy como dos meses. Ahora ni puedo oír un pedacito de canción. Cada nota sanó… bueno, aireó mi herida. Mis amigos, mi familia, la Virgen, me ayudaron a airear la sanación. Con más intensidad unos que otros. Conforme pasó el tiempo, aprendí que el playlist de mi dolor no le interesaba a nadie, más que a mí. Que tener en mi tiempo mental una relación o recuerdo pasado, más que sanar, me quitaba tiempo para pensar en cosas buenas. En divagar aprendí a agarrar el pensamiento y entretenerlo en clases de yoga o a remojarlo conmigo en la piscina. De repente, dejé de hablar del tema. Ya nadie más preguntó. Y cuando me dicen algo, contesto: “Todo bien, gracias”. Ya no traigo el tema a la mesa.
¿Para qué contar que me despidieron por teléfono en Paiz? ¿Que tuve jefes que me hacían bullying y una pareja que era dispareja? Es más interesante hablar de los nuevos planes que quiero atraer a mi vida. Que me llenan de retos. Que me siento como el Kores, pero ahora quiero tener más tinta y energía para todos los deportes que quiero hacer. Según el deporte, es la resistencia y la memoria mecánica lo que se necesita para practicarlo. Pasan los días, y si no se renueva el movimiento, regreso a la postura uno. Tiesa. No es postura de paloma, sino de araña: cada parte del cuerpo para el área que pueda moverse.
Estoy repasando en mi memoria los hábitos de enero para que se me peguen en abril. Que me tengo que levantar a las 6 am y correr de una cosa a otra para que sienta que me abunda el día. Que el domingo mejor tomo mis power naps después del almuerzo, porque los días que empiezan con misa y terminan con ejercicio son los que mejor me caen. Mantengo el nivel de stamina necesario para no procrastinar tanto durante el día.
Así que, hablé poquito del dolor. Hay temas más interesantes de los que hablar. Y sí, hay personas que sienten placer en el dolor. Todos tenemos una amiga que, aunque pasen los años, regresa al playlist de una relación que ya no funcionó. Hay que sanar, airear y repetir. Bueno… a veces las curitas también ayudan. Pero todo con medida.
Clarita, este es para ti.
Bueno, al gym no voy como mis metas mentales, pero si a algo le he atinado ha sido a los blogs.
Esta versión sí está en papel bond de 8.5 x 11 pulgadas. Papel 120 gramos.
¡Hasta la siguiente!
Y como soy musical, al estilo Murakami, mis canciones de este blog son:
🎵 Bendita tu luz – Maná
https://www.youtube.com/watch?v=44kityInDvM
🎵 Ojalá te borraras de mis sueños –
https://www.youtube.com/watch?v=xdzIHBEmFt4
Y de todas mis telenovelas, no quisiera repetir con ninguno de mis duelos ninguna historia otra vez. Gracias a Dios salí, y bien lejos del inicio de donde estuve. Como esas revolcadas que nos da el mar, que uno sale del otro lado de la ola, sentada… y refrescada.
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